El chocolate para muchos representa felicidad, salud y placer, para la familia salvadoreña compuesta por Juan Carlos Valle, su esposa Glendy Fernández e hija, fue la llave para hacer realidad el “sueño americano” desde su país, El Salvador.
Ellos son los propietarios de la pequeña empresa familiar de chocolate artesanal 100% salvadoreño, “Tetonalli”, palabra náhuatl que significa alma y se asocia a un nuevo comienzo. Para la familia Valle Fernández, el nombre de su negocio les viene como anillo al dedo, fue impulsado desde cero, luego que Juan Carlos fue deportado de Estados Unidos en 2017, país donde trabajó por cinco años.
Glendy recuerda que tenían que ver cómo sobrevivir y ahí nació la idea de hacer chocolate tradicional. Su abuela le enseñó a elaborar el chocolate en tablilla (tipo de chocolate cuya presentación corresponde a una tablilla redonda y compacta) y con el apoyo de su mamá empezó a vender en el mercado, pero los problemas estaban aún lejos de resolverse. El producto artesanal no tuvo aceptación por el precio, ya que no competía con otros productos similares que, por sus volúmenes, podían ser ofrecidos a menor precio.
Luego, pasaron de vender su chocolate tradicional de manera ambulatorio y en ferias donde se empezaron a dar a conocer. Muchas veces, sin embargo, no lograban sacar siquiera el costo de la inversión. “Fue un proceso duro, con muchos aprendizajes”, dice Glendy.
El chocolate era bueno y el matrimonio salvadoreño le ponía ganas al trabajo, pero algo no funcionaba. Juan Carlos y Glendy encontraron en el proyecto Alianza Cacao la pieza que faltaba para conseguir el éxito, y dar el salto a la pequeña empresa familiar de chocolate.
A Glendy y Juan Carlos, Alianza Cacao les capacitó, apoyó con fortalecimiento de imagen comercial, asesoría empresarial, equipos, un Plan de Negocio y la ruta de trabajo para empezar a enfocar su propuesta de valor ya que la tablilla en ese momento no fue lo más acertado.
Camila Sandoval, coordinadora de Agronegocios de Alianza Cacao El Salvador, señala que una estrategia del Proyecto es fortalecer la Micro y Pequeña empresa del país, para que sean principales motores de la dinamización de la cadena de valor del cacao nacional.
Destaca que “la información es poder” y Glendy y Juan Carlos capitalizaron la información de su plan de negocios y se focalizaron.
Tetonalli ahora vende salud y un producto de calidad. Elaboran productos bajo en azúcar con aceites naturales, línea saludable con estevia, monk fruit, y frutas. Producen alrededor de 25 barras diferentes, a base de chocolate. Almendras bañadas en chocolate, chocolate sin azúcar, con banano, menta, café, chile, naranja, en tablilla, en polvo; en fin, una variedad de combinaciones.
Gracias al apoyo del Proyecto Alianza Cacao El Salvador, hoy comercializan en 25 puntos de ventas, entre ellos tiendas de conveniencias de gasolineras, supermercados, e incluyeron en su proceso de producción la maquila tercerizada.
Juan Carlos recuerda que lograron entrar con Tetonalli a las tiendas de conveniencia de las gasolineras como resultado de una feria; “En una feria dimos a degustar nuestro producto a una familiar de los dueños de la gasolinera y le encantó. Nos llamaron y así logramos entrar desde hace un año”, agrega.
Juan Carlos indica que en sus inicios aprendió hacer chocolate con videos de YouTube. “Desde pelar el cacao fue un aprendizaje. Al inicio lo hacíamos con la mano y una vez pasamos (junto a su esposa) un día entero pelando 10 libras, y me dije: esto no puede ser. Así que investigué y resulta que con el calor de la secadora de pelo se podía y pelamos las 10 libras en cinco minutos, después de tostar”. Ahora, dice sonriente, tuestan y pelan, ya con equipos, unos 10 quintales en el día.
De acuerdo a Sandoval, el éxito de Tetonalli es que Glendy y Juan Carlos se hicieron dueños de los procesos. Capitalizaron las asesorías empresariales, han podido focalizar y adaptar su negocio. “Las capacitaciones cayeron en terreno fértil”, apunta.
En este emprendimiento familiar se complementan unos a otros. Uno se dedica a los números y otro a los procesos, según sus habilidades. Juan Carlos se encarga de los números y ahora hasta brinda capacitaciones. Por su parte, Glendy se entrenó y se transformó en una de las personas que procesan, y ahora hay una cadena de producción con dos personas más.
Tetonalli pasó de comprar 25 libras de cacao mensuales a entre tres y cuatro quintales mensuales. Ellos les compran a productores “empresarios agrícolas” que también trabajan con la asistencia técnica de Alianza Cacao y que le abastecen conforme a los criterios y patrones de calidad que ellos necesitan.
“El éxito es que nunca nos hemos cerrado a la idea de producir, generar dinero, empleos, y tenemos varias maneras de vender a través de Tetonalli, dice Juan Carlos. Agrega sonriente y con mucho aplomo que jamás volvería a irse de su país.
Alianza Cacao es miembro del Comité del Cacao de Centroamérica y República Dominicana (SICACAO) y está contribuyendo con el lineamiento de la Estrategia Regional de cacao, que apuesta por mejorar el acceso y posicionamiento de los productos intermedios y terminados para el consumidor final.
Tetonalli es un icono en El Salvador. Demostró que el cacao es una opción que permite un medio de vida, resalta un cultivo identitario y es la prueba viviente que no es necesario irse fuera del país. “Acá está el sueño americano, no vale la pena emigrar”, concluye Sandoval.
Mayor información:
Jairo Andrade, director Alianza Cacao El Salvador, jairo.andrade@crs.org
Redacción: Judit Vanegas, judithvanegas@rikolto.org